viernes 3 octubre 2025

Meritocracia, la desigualdad de los iguales  

Sobre la meritocracia se ha escrito mucho, tanto a favor como en contra. Hay quienes ven en ella la imagen de una sociedad ideal, promotora de la movilidad social y de la igualdad de oportunidades.

El relato de la meritocracia se basa en la premisa del esfuerzo individual, que a priori parece verdadero pero que resulta falso por la desigualdad de oportunidades y, sobre todo, por la reducción progresiva de la disponibilidad de aquellas para la mayoría.

Pese a las constantes referencias a la meritocracia en la investigación de desigualdad y estratificación social en sociología, existen pocos intentos conceptuales y empíricos que busquen entender hasta qué punto los individuos perciben y prefieren la meritocracia, así como también sus consecuencias. La idea de meritocracia está relacionada con la distribución de bienes y beneficios basada en el talento y esfuerzo individual, constituyendo un principio que legitima la distribución desigual de los recursos en sociedades modernas. 

Según expertos, la meritocracia es un ideal atractivo porque promete que si todo el mundo tiene las mismas oportunidades, los ganadores merecen ganar. Pero la meritocracia tiene un lado oscuro. Hay dos problemas con la meritocracia: uno es que en realidad no estamos a la altura de los ideales meritocráticos que profesamos o proclamamos, porque las oportunidades no son realmente las mismas. 

El segundo problema de la meritocracia tiene que ver con la actitud ante el éxito. La meritocracia alienta a que quienes tienen éxito crean que éste se debe a sus propios méritos y que, por tanto, merecen todas las recompensas que las sociedades de mercado otorgan a los ganadores. Pero si los que tienen éxito creen que se lo han ganado con sus propios logros, también tienden a pensar que los que se han quedado atrás son responsables de estar así.

Así que el segundo problema de la meritocracia es un problema de actitud ante el éxito que lleva a dividir a las personas en ganadores y perdedores. La meritocracia crea arrogancia entre los ganadores y humillación hacia los que se han quedado atrás.

Los que han llegado a la cima en la era de la globalización, llegaron a creer que su éxito era todo suyo porque lo habían ganado por sus propios méritos, y que los perdedores no tenían a nadie a quien culpar de su fracaso más que a ellos mismos. Eso refleja la idea meritocrática, porque si las posibilidades son iguales para todos, los ganadores merecen sus ganancias.

A medida que estas actitudes se afianzan, la arrogancia meritocrática lleva a los ganadores a creer que su éxito era el resultado de sus propios talentos y del trabajo duro, lo que conduce a la desmoralización y la humillación a los perdedores. Mientras que, la idea es que si se crea igualdad de oportunidades, entonces no hay por qué preocuparse mucho de la desigualdad porque la movilidad puede permitir a las personas ascender de trabajos con salarios estancados a otros mejores. 

Fuente: https://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/view/1017/1328

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